A inicios de agosto pasado, en el Hospital San Juan de Dios (HSJD) se realizó una emotiva ceremonia en la que se cambió el nombre de la Unidad Oncológica Pediátrica de su Servicio de Pediatría y se rebautizó con el nombre de una importante figura para el recinto de salud: el Dr. Lautaro Vargas.
Este reconocido médico onco-hematólogo pediatra falleció el pasado 17 de junio a los 91 años, luego de haberse desempeñado por más de 50 años en este establecimiento, donde desplegó una vasta trayectoria profesional. Entre otras cosas, creó y lideró la Unidad de Hémato-oncología infantil y se desempeñó como jefe del Servicio de Pediatría hasta 2001.
“Durante su carrera, el Dr. Vargas se mantuvo vinculado a este recinto asistencial, contribuyendo a la formación de muchas generaciones de pediatras, entre los cuales me cuento, y de hémato-oncólogos pediátricos. Y para quienes lo conocimos, el Dr. Vargas se caracterizó no solo por su capacidad científica y gran calidad humana, sino también por sabiduría, vasta cultura, modestia y espíritu de servicio”, destacó la Dra. Pilar Hevia, actual jefa del Servicio de Pediatría del Hospital San Juan de Dios y organizadora del homenaje.
“Por eso quisimos organizar esta ceremonia, como un homenaje a todos los aportes del Dr. Vargas en este recinto y a la Medicina en general, su legado perdurará en la Medicina pediátrica y en la comunidad médica de Chile”, agregó.
A lo largo de su carrera, el Dr. Vargas destacó por su aporte en el desarrollo de diferentes políticas públicas, como el Programa Nacional de Drogas Antineoplásicas Infantil (PINDA), bajo el alero del Minsal en 1988 –que luego se transformó en el Programa Integral de Cáncer Infantil–, y se desempeñó como su coordinador nacional por más de 10 años. También contribuyó en el desarrollo del Registro Nacional de Cáncer Infantil (RENCI), que se estableció en 2007 para mejorar la comprensión de la epidemiología del cáncer infantil en Chile. Y sumado a eso, impulsó la creación de la rama de Hémato-Oncología Infantil de la Sociedad Chilena de Pediatría.
Gracias a estas contribuciones, recibió distintos reconocimientos: en 2000 fue galardonado con el Premio Dr. Julio Schwarzenberg Löbeck de la Sociedad Chilena de Pediatría; en 2014, recibió el Premio Dr. Eduardo Bunster Montero de la Sociedad Chilena de Hematología; y en 2017 fue nombrado Profesor Emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Su hijo mayor, el Dr. Claudio Vargas, explica que todos estos logros nacieron de la inquietud de su padre por el bienestar de las personas a quienes atendía: “Él fue muy preocupado de la calidad de vida de los pacientes oncológicos después del tratamiento. Estuvo haciendo un trabajo con los padres y con los sobrevivientes del cáncer. Es muy importante ligar todo esto que hizo al aspecto humano de él y a su dimensión como médico tratante. No es solo que fuera un organizador, que sin duda lo era, esa era su principal faceta, aglutinar gente, y conseguir que los proyectos se materializaran. Quizás ese es su gran aporte, pero venía también acompañado de que él era un buen clínico, y desde el punto de vista humano también, él tenía un ojo clínico especial y un trato muy humano con los padres”.
“Yo creo que todo eso va unido, no se puede entender a mi papá sin todos los aspectos en que contribuyó como organizador, pero también sin su manera de comprender la Pediatría. Y era ambicioso, él parecía muy modesto, si tú hablabas con él, todo el mundo va a decir él es una persona muy modesta, pero era muy orgulloso, yo que lo conocí más, sobre todo en el último tiempo, me di cuenta de eso. Era muy orgulloso de todo lo que había logrado, sin duda, y también era tozudo y era perseverante. Tenía una fuerza de carácter que no aparentaba en las maneras de ser, él era muy suave, muy tranquilo, pero había una fortaleza detrás de esa amabilidad, una fuerza enorme, yo creo que ahí es donde está la clave para entender por qué alguna gente logra conseguir cosas con mucha fuerza”, complementa.
Como una muestra de esta preocupación, menciona los primeros años del Dr. Lautaro Vargas, cuando realizó sus becas en los hospitales de Talagante y de Valdivia, a inicios de la década de los ‘60. “Esos fueron años muy interesantes para él porque era un pediatra de la época que yo llamaría heroica de la Pediatría en Chile. Años en que la mortalidad infantil era enorme, los niños se morían de diarrea o de bronconeumonía, había sarampión, la desnutrición infantil era un problema mayor. En Talagante, el hospital era relativamente precario en esa época, y él contribuyó en muchas cosas en el manejo de pacientes, como la implementación de fichas clínicas o la aplicación de osteoclisis para los pacientes con diarrea. En Valdivia siguió esa misma lógica, porque la ciudad estaba post terremoto y el hospital se cayó, entonces desarrolló una actividad muy interesante y se puso al servicio de las cosas básicas que se necesitaba implementar”.
Por otra parte, sobre su larga trayectoria en el Hospital San Juan de Dios, su hijo relata que “para la gente de ahora yo creo que estas cosas se entienden poco, que alguien se quede en el mismo lugar y desarrolle toda su carrera en un mismo mundo, es una cosa casi del pasado. Pero el espíritu del San Juan siempre estaba, para él había un orgullo enorme de pertenecer a esa institución. Él se sentía cómodo ahí, totalmente en su medio, sin duda que tenía un amor enorme por el hospital”.
La Dra. Mónica Varas, colega del Dr. Lautaro Vargas en el área de Pediatría y Hematología Oncológica Infantil del HSJD, lo recuerda como “un ejemplo de compañerismo y cercanía en el ámbito, destacándose por su humanidad en cada interacción con los pacientes del Hospital San Juan de Dios”. Debido a que su enfoque no se limitaba solo a la práctica clínica, ya que él creía firmemente en la importancia de valorar a cada integrante del equipo por sus capacidades, «era una persona que valoraba a cada individuo en el equipo por sus habilidades, sin centrarse en sus virtudes o defectos. Su enfoque le permitía dejar de lado las diferencias y fomentar un ambiente de colaboración, asegurando que el grupo funcionara de manera armónica”, agregó la Dra. Varas.
Más allá de su destreza como médico, el Dr. Lautaro Vargas es recordado por su colega como un verdadero pilar de apoyo emocional para quienes lo rodeaban. Según la Dra. Varas, “era una persona siempre dispuesta a escuchar y compartir su experiencia. Su sencillez y calidez lo hacían accesible, creando un ambiente donde todos se sentían cómodos para expresarse». La misma doctora lo describe como «un hombre que no solo escuchaba, sino que también se dedicaba a enseñar y compartir sus conocimientos con los médicos más jóvenes. Su sabiduría, humildad y generosidad han inspirado a generaciones enteras en el ámbito de la Medicina». Esta capacidad de conectar genuinamente con los demás y estar presente en los momentos difíciles dejó una huella imborrable en todos los que tuvieron el privilegio de trabajar a su lado. Su legado no solo perdura en lo profesional, sino también en el recuerdo de quienes apreciaron su inquebrantable humanidad y vocación por la Medicina.
El Dr. Lautaro Vargas poseía un perfil poco común entre los médicos, destacándose no solo por su vasto conocimiento técnico, sino también por su gran empatía y liderazgo, cualidades que resalta su colega. La Dra. Mónica Varas señala que su enfoque humanista le permitía ver a cada miembro de su equipo no solo por sus virtudes o defectos, sino por su potencial y capacidades, lo que fomentaba una colaboración armoniosa. De este modo, supo reunir a médicos de diferentes hospitales, promoviendo el trabajo en equipo y estableciendo protocolos que beneficiaron a muchos pacientes oncológicos. Y más allá de su habilidad profesional, la Dra. Mónica Varas destaca que el Dr. Lautaro Vargas se convirtió en un referente, no solo en oncología, sino también por su gran humanidad. Su humildad y dedicación le ganaron el respeto de sus colegas, quienes lo consideraban un sabio con el que era un privilegio dialogar. Como sintetiza la Dra. Varas: «El Dr. Vargas no solo fue un médico excepcional, fue un ser humano excepcional que entendió que la Medicina es, ante todo, un acto de amor».