Los trasplantes de órganos son una terapia bien establecida, de resultados conocidos y que permiten prolongar la supervivencia y mejorar la calidad de vida de personas con ciertas enfermedades en fase terminal, o dependientes de diálisis en el caso de aquellos con insuficiencia renal crónica avanzada. Para que haya trasplantes se requieren donantes y éstos son mayoritariamente personas con muerte encefálica. Es sin duda un acto del más alto valor el que una persona esté dispuesta a donar sus órganos, pero ciertamente es una decisión libre y no puede ser impuesta. Pero también es una realidad que las personas no tienen dentro de sus prioridades pensar en la propia muerte bajo el punto de vista del ser o no donantes, situación que involucra casi exclusivamente a gente joven y saludable; probablemente al pensar en la propia muerte la mayoría la imagina o desea en la senectud. De ahí entonces la utilidad de utilizar leyes que favorezcan y promuevan la donación como una forma de crear conciencia sobre el problema y conocer anticipadamente la voluntad de cada persona acerca de donar o no sus órganos.

La ley 19.451 del año 1996 que regula las normas sobre trasplante y donación de órganos sufrió una modificación en 2010, por la ley 20.413, en que se estableció que todos las personas mayores de 18 años serían donantes “por defecto”, como una forma de promover la donación y facilitarla, ya que anteriormente las personas debían manifestar su voluntad de ser donantes al obtener o renovar cédula de identidad o licencia de conducir. Esta nueva ley estableció que para ser registrado como “no donante” era necesario manifestarlo, de la misma forma en que bajo la ley anterior se dejaba constancia de lo contrario. En mi opinión, creo que aún no estábamos listos en Chile para una modificación legal de este tipo por cuanto existen todavía aspectos de la muerte encefálica y de cómo funciona el sistema de donaciones y trasplantes que no son bien comprendidos por una proporción significativa de la población. Junto a esto, los trámites de renovación de licencia o cédula no parecían ser el momento más oportuno para tener que responder a un funcionario sobre ser o no ser donante, de alguna manera bajo la “presión de la ley” que ahora “obligaba”.

Por una razón u otra, a contar de 2010, muchas personas manifestaron su negativa a ser donantes de órganos, llegando a completar casi 4 millones. En 2013, se realizó una segunda modificación (ley 20.673) que mantuvo el concepto de donante presunto para los mayores de edad, pero introdujo cambios significativos en cuanto a la forma de manifestar la negativa a ser donante: ahora se trata de un proceso más formal, ante notario, en que se busca que la persona reflexiva y libremente manifieste su voluntad contraria a la donación. Se agregó además un acápite relevante: aquellas personas inscritas como no donantes pierden prioridad para recibir un órgano ante otro potencial receptor que “compita” por el mismo órgano, si este último corresponde a un donante presunto.

Una disposición de la Contraloría Regional Metropolitana de Santiago prohibió, a fines de 2017, aproximarse a familiares de fallecidos para evaluar la posibilidad de donación, lo cual se hacía en circunstancias en que parecía haber dudas fundadas acerca de la real voluntad de la persona, por cuanto su manifestación de ser no donante había sido realizada bajo el sistema imperfecto de la ley de 2010, ahora corregido con la nueva ley. Coincidentemente con esta disposición, se produjo una caída muy preocupante en el número de donantes desde entonces a la fecha.

Ante este panorama, parece urgente revisar el registro de no donantes de 2010 y actualizarlo al amparo y espíritu de la ley 20.673. Al mismo tiempo, es igualmente urgente avanzar en la educación a nuestra población respecto de la bondad de los trasplantes, de la certeza acerca de la irreversibilidad de la muerte encefálica, de la transparencia en la asignación de órganos y en el cuidado de pacientes que son admitidos en servicios de urgencia. No menos importante es seguir avanzando en potenciar a más hospitales para que puedan pesquisar y cuidar adecuadamente a potenciales donantes.

En estas tareas creo que nuestro Colegio tiene un deber ineludible.

Dr. Pedro Becker Rencoret
Jefe Cirugía Cardiaca
Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Católica de Chile
Consejero Regional Santiago
Colegio Médico de Chile