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[HOMENAJE] En memoria del Dr. Patricio Bustos Streeter (Q.E.P.D) por la Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad

12 de junio de 2018

Puedes decir que soy un soñador 

Pero no soy el único

Espero que algún día te nos unas

Y el mundo será uno solo

Imagine, John Lennon

Es imposible recordar a Patricio Bustos sin estas palabras que todavía resuenan en quienes tuvimos la suerte de acompañarlo en su trabajo de memoria en la ex Villa Grimaldi “el dolor más grande nuestro no es lo que nosotros pasamos, y creo representar a mis compañeras y compañeros, sino la gente que nos falta (…) El dolor más fuerte son los desaparecidos y los muertos”. Cada vez que el Pato regresaba al sitio de memoria Villa Grimaldi, ese lugar que conoció como prisionero político y que luego logró recuperar como parte del movimiento social organizado, cada vez que entregó su testimonio, cada vez que fue consultado por la prisión política, sus palabras no ignoraban la tortura y el horror, pero por sobre todo, rescataba la solidaridad entre las y los compañeros, y el dolor que significaban las y los compañeros detenidos desaparecidos y ejecutados. Son esas palabras las que permiten comprender su rol emblemático a la cabeza del Servicio Médico Legal durante 9 años y la huella que dejó también en ese Servicio. Su empeño en la identificación de hombres y mujeres desaparecidas, el acompañamiento, calidez y dignidad entregada a las familias, y el inicio de la campaña por recolección de ADN, entre otros.

El día de su velorio y funeral, todas las palabras de quienes lo conocieron en distintas facetas: directores y trabajadores del Parque por la Paz Villa Grimaldi y de la ex Clínica Santa Lucía, trabajadoras y trabajadores del Servicio Médico Legal, de Senda y Ministerio de Salud, colegas, compañeras y compañeros de la Universidad de Concepción y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, políticos, familiares, amigas y amigos, coincidían en la maravillosa persona que era el Pato y en la fortuna de haber compartido con él en algún momento de la vida.

Durante estos días, los medios que cubrieron su historia hicieron hincapié en su trayectoria como funcionario público, con un gran compromiso social con las y los trabajadores. Pero se dejaba fuera aquello que está en la base de ese compromiso público: su trabajo con la historia, la memoria, la verdad, la justicia y la reparación.

Tras el golpe de Estado en Chile, el Pato y su compañera Cecilia Bottai, la Ceci, ambos militantes del MIR, decidieron quedarse en Chile y formar parte de la resistencia a la dictadura. Los detuvieron en septiembre de 1975 y los secuestraron en Villa Grimaldi lugar donde fueron brutalmente torturados. Lelia Pérez ex prisionera política de la Villa Grimaldi, que llego a ese lugar a los 18 años, recuerda que “al salir de la sala de torturas me temblaban las piernas y apenas podía caminar, me caí al suelo sin poder continuar, alguien me tomó el pulso y gritó para que me dieran antibióticos. Me dijo al oído: tenis que vivir, no dejís que te la ganen. Estuvo a mi lado sosteniendo mi mano, me levantó y me ayudó a caminar, luego le ordenaron que se fuera, pero volvió a decir que trajeran antibióticos, lo empujaron entre dos agentes y se llevaron al Pato a la celda de hombres”. Como el testimonio de Lelia, son varios los testimonios que pueden escucharse de muchas ex prisioneras y ex prisioneros de Villa Grimaldi, que compartieron ese duro trance, y que al igual que Lelia hablan del valor de Patricio Bustos durante la prisión política. Patricio logró transformar la brutalidad del maltrato en su cuerpo, el dolor de ver herida a su esposa y muchas compañeras y compañeros en acción reparadora con cariño y ciencia.

Los recuerdos del apoyo y atenciones del Pato a sus compañeras y compañeros torturados en Villa Grimaldi, está cruzado por su vocación, la medicina. Si bien aún no recibía el título de médico, cursaba el último año en la emblemática Universidad de Concepción, allí donde también se formó Miguel Enríquez. El Pato puso todo su conocimiento para apoyar a los y las prisioneras políticas torturados en los centros clandestinos de secuestro tortura y exterminio de la dictadura. Es seguramente la formación en Concepción la que le inculcó la ética y el respeto por el otro, aun antes de jurar como médico. La ética del Pato se enfrentó a la de aquellos profesionales que pusieron ese mismo conocimiento a disposición de los perpetradores, torturando y quebrantando una y mil veces el juramento realizado. Como el mismo dijo “decidió transitar por la vereda de los principios”, aún en el lugar que buscaba despojarlo de toda humanidad y ética. En estos días, en que como sociedad enfrentamos una serie de desafios y movimentos que exigen la construcción de una sociedad mejor para todas y todos, es bueno recordar la labor, profesionalismo e integridad del Pato, primero como estudiante de medicina, luego como médico a cargo de campañas de prevención

Después de salir de los circuitos de secuestro y tortura, el 10 de diciembre de 1976 es expulsado a Roma donde lo esperaba, desde hace pocos meses, Cecilia; al año siguiente, se instalaron en Milán, lugar donde estuvieron durante 14 años y donde logró terminar sus estudios de medicina. Allí, una vez más, desarrolló su compromiso social trabajando con los presos en las cárceles de ese país.

El 14 de febrero de 1991 regresa a Chile y junto a otros ex compañeros y compañeras que vivieron la prisión política durante la dictadura cívico-militar, puso todo su empeño en lograr la unidad de las y los sobrevivientes, y se dio a la tarea de recuperar y reconstruir lo que luego fue el primer ex centro clandestino de detención recuperado en Chile y en América Latina: la Villa Grimaldi. Fue un activo luchador, que tras la recuperación fue socio fundador e integró el primer directorio de la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi. No dudó en denunciar los crímenes ni a los criminales de la Dirección de Inteligencia Nacional DINA, que torturaron a miles de hombres y mujeres, como Marcelo Morén Brito y Miguel Krassnoff, y que luego fueron sentenciados por los tribunales. Identificó a los médicos que lo torturaron en el centro de detención Clínica Santa Lucía, lugar en que los agentes emplearon aparatos de radio para coordinar la tortura e interrogatorio a él y, paralelamente, a su compañera Cecilia en Villa Grimaldi.

Su capacidad de trabajo en equipo contribuyó tanto en el servicio público, como en la reconstrucción de Memoria que ex prisioneras y ex prisioneros se esforzaron por llevar adelante y de esta forma rescatar del olvido y la impunidad a quienes mataron o hicieron desaparecer. Fue un trabajo arduo, porque también se trataba de la historia de un proyecto político derrotado, de sueños destrozados impresos en la piel, lleno de contradicciones y tristeza. La capacidad militante del Pato junto a sus características personales como la asertividad, la mirada tranquila y alegre, fueron imprescindibles para avanzar en la reconstrucción de la memoria, tanto de Villa Grimaldi y la ex Clínica Santa Lucía, como del país.

Por eso hoy, a pesar de la consternación, la tristeza y también la rabia que nos embarga, queremos recordar a través de estas palabras al Pato como militante eterno del MIR, como orgulloso tocopillano y colocolino, como un combatiente y resistente contra la dictadura, como un sobreviviente que optó por el camino de principios y valores nobles, un médico entregado al Servicio Público que logró la identificación de cientos de detenidos desaparecidos, un hombre íntegro, un revolucionario.

Pato, que la tierra te sea ligera

Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad

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