Durante buena parte del 2020, fue el único centro en el país que entregó este procedimiento en casos de extrema urgencia. Todo un hito para el tradicional recinto de salud púbica.
Su rica historia comienza en el lejano siglo diecinueve, cuando en los terrenos de la antigua chacra Barranca fue colocada la primera piedra de lo que sería un moderno hospital. Un complejo diseñado para – según delineó el Estado en aquel entonces – combatir los altos índices de mortalidad infantil y las constantes epidemias que azotaban de cuando en cuando a Santiago.
A contar de ese momento el Hospital del Salvador, como fue bautizado, ha sido silencioso testigo de una nación que crecía rápidamente y las tragedias que en más de una ocasión la azotaron: desde terremotos, hasta devastadores incendios; desde implacables temporales, hasta la aparición de nuevas enfermedades.
Y permanece ahí, cumpliendo la misión pública que le fue encomendada hace casi exactos 150 años.
Historia que no cabe duda le permitió estar preparado, para un mundo como el que vivimos hoy. Una situación de pandemia global, que satura y exige al máximo al personal de salud. Un desafío que, como ya todos sabemos, deja estragos y consecuencias, pero que es imposible de no hacer frente.
Por aquello, los más de 100 trasplantes de médula ósea en adultos, realizados por su equipo en meses de COVID-19, es todo un hito digno de aplauso.
“Nosotros hacemos 120 trasplantes anuales y la verdad que todo el manejo del paciente, tanto ambulatorio u hospitalizado, es muy delicado porque es el paciente más inmunodeprimido de la medicina”, comenta Bárbara Puga, jefa de Hematología Intensiva del recinto.
Experiencia diaria conformada por un equipo multidisciplinario de 40 personas, altamente calificado, que fue de gran ayuda al momento de generar nuevos protocolos de cuidado. Algo que incluso se comenzó a elaborar varios meses antes que el virus llegara al país.
“Es nuestro ambiente permanente de trabajo entregar una protección súper rigurosa al paciente de trasplante”, comenta la especialista a cargo del área.
Primeros meses
Gladys Álvarez, es enfermera coordinadora Unidad Hematología Intensiva y Trasplante del Hospital del Salvador. “Empezamos a conversar como íbamos a enfrentar esta pandemia e incluso a consultar en el extranjero como lo estaban haciendo; con España puntalmente. Saber que habían hecho ellos para continuar trasplantando o si lo habían suspendido. Y ahí nos fuimos haciendo la idea de lo terrible que era la pandemia”.
Asegura entonces, que de inmediato se fortalecieron todos los protocolos. Desinfección rigurosa, ventilación, lavado frecuente de manos, chequeos médicos al personal que ingresaba a la unidad; todo con tal de no dejar sin atención a los casos más urgentes. El resto de los recintos que son parte del programa de trasplante de medula ósea en adultos pararon, ellos no.
“Nosotros en el servicio público, sabemos que todo aquel que no se atiende en ninguna parte, se atiende acá y el hospital tiene que hacerse cargo. Estos son pacientes que no podían esperar tres, cuatro, cinco, meses de pandemia. Ellos no podían esperar eso, porque necesitaban el trasplante con urgencia”, comenta Gladys Álvarez.
Así el programa de trasplantes continuó, bajo estrictas medidas de control y algunos comprensibles ajustes. Se redujeron camas, se les facilitó material e insumos a otras unidades a cargo de pacientes COVID-19 y sólo se atendieron los casos más graves, según recomendación del Ministerio de Salud y la OMS.
Pero nunca dejaron de trabajar, o como aseguran ambas profesionales, ejercer el rol de servicio público al cual juraron respetar.
Hoy, meses después, en mayo del 2021, celebran 127 trasplantes exitosos realizados en pandemia.
Trabajo mancomunado, la gran clave.
Con la sabiduría que otorga el paso del tiempo, en plena segunda ola del COVID-19, con un proceso de vacunación en marcha y la esperanza de recuperar en algún momento nuestras vidas; la doctora Bárbara Puga, en su rol de líder de un grupo comprometido de profesionales, no duda y comparte una última reflexión.
“Hay que reconocer el papel que juega un hospital en un programa como este, que es de alta complejidad. Hablamos de un paciente que no sólo requiere un trasplante u hospitalización, es un proceso que tiene mucho componente ambulatorio, de seguimiento, atenciones de urgencias, temas administrativos, laboratorios. Creo que el éxito de una unidad como la nuestra en un trasplante de médula, es el reflejo de todo un hospital que está trabajando en pro de las necesidades de los pacientes”.
Visión que también comparte, desde su campo de trabajo, Gladys Álvarez. “Existe entrega completa de sacar al paciente adelante. Y eso habla bien de nosotros, no sólo como personal de salud, sino como personas de valores, comprometidos con lo que hacemos. Eso me emociona, cuando nos unimos por un propósito tan bueno y noble como este”.
“La gratitud del paciente y esa familia” complementa finalmente Bárbara Puga. “Que nos la muestran a través de cartitas, que nos dejan un pastel, eso es en el fondo nuestra retribución mayor. Eso lo sentimos todos aquí y es lo que nos ha permitido saltar muchos obstáculos e irnos enriqueciendo.”