Han sido meses difíciles. La comunidad educativa y sanitaria ha sido sometida a una particular presión de sus labores en un país – y un planeta- que no estaba preparado para enfrentar una pandemia que ha replanteado su quehacer cotidiano. Aun así, las y los funcionarios/as cuya tarea principal es la de asegurar los derechos sociales de salud y educación han realizado un esfuerzo inaudito para dotar de continuidad al servicio a la comunidad.
Es indudable que las comunidades educativas comparten la necesidad de retomar las actividades educativas presenciales, sin embargo y a diferencia de lo que ha planteado el Ministro Figueroa, la decisión de volver a clases presenciales no depende de la voluntad de los/as docentes, sino del manejo social y sanitario que el país sea capaz de mantener para contar con un plan responsable de retorno.
Hasta el momento, las intenciones de volver a clases presenciales declaradas por parte del Ministerio de Educación evidencian un claro distanciamiento con la realidad, a lo menos del sector público, cuya capacidad y financiamiento para implementar un plan de retorno seguro aún no está esclarecida. Esto se debe a la histórica subestimación del MINEDUC con lo que ocurre en las comunidades, que se suma a la inexistencia de objetivos pedagógicos concretos para este año. A modo de antecedente, la ciudadanía ha sido testigo de una serie de decisiones que, ante una ansiedad desconcertante de la autoridad por “volver a la normalidad”, han puesto en peligro a la población y es precisamente aquello lo que debemos evitar.
Desde el punto de vista sanitario, el Gobierno ha hecho caso omiso a las recomendaciones de la OMS para el inicio del proceso de desconfinamiento, persistiendo en indicadores laxos que no están siendo suficientemente efectivos en el control de la pandemia. Es que ante las dificultades de contar con cifras confiables y la falta de democracia en la toma de decisiones que ha sostenido el ejecutivo hacia los consejos de la comunidad científica y social, se puede vaticinar que un retorno seguro no es practicable sin antes asegurar ciertas condiciones mínimas que logren dar la tranquilidad necesaria que la comunidad merece.
El principal mecanismo para dar paso a una apertura de las escuelas debe estar compuesto de una planificación altamente participativa entre las comunidades educativas y sanitarias locales. Desde el punto de vista sanitario, tomando en consideración las guías para un retorno seguro elaborado por la OMS y Unicef, será necesario contar con:
Por otro lado, son amplios los desafíos que las escuelas deberán subsanar en el corto y mediano plazo para dotar al retorno educativo con un sentido pedagógico. Para lograrlo, consideramos que es clave contar con:
Con estas consideraciones, creemos que la opción correcta es comenzar en el retorno escolar presencial en 2021 y para aquello, parece sensato replicar experiencias internacionales a través de pruebas pilotos en áreas rurales, donde se cumpla el requisito de una muy baja tasa de positividad. Así mismo, para lograr dicha planificación es necesario dotar de mayor resolución a las mesas intersectoriales regionales con la participación del Colegio de Profesores, Colegio Médico, directivos, apoderados, estudiantes y funcionarios/as de la Atención Primaria de Salud.
Camilo Bass del Campo
Presidente del Colegio Médico Santiago
Aníbal Navarrete
Secretario Regional del Colegio de Profesores Regional Bío Bío
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor(a), y no refleja necesariamente acuerdos tomados por la Mesa Directiva o el Consejo Regional, ni postura oficial del Colegio Médico de Santiago.