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La preservación humano planetaria: Primer y último fin

18 de abril de 2019

(Autores: Dres. Diana Pey, Mauricio Ilabaca y Andrei N. Tchernitchin)

Los seres vivos del planeta Tierra enfrentamos el más crítico momento de nuestra historia y requiere de toda nuestra capacidad evolucionaria para hacernos conscientes de ella y su relación con nuestra responsabilidad, para poder redirigir el curso de nuestras decisiones, políticas y actos.

La devastación de nuestro hábitat planetario y la sexta extinción masiva ha sido desencadenada y sigue siendo mantenida, principalmente, por políticas humanas de desarrollo industrial extractivista y negligencias regulatorias: el Antropoceno en curso. Científicos expertos nos alertan respecto de la progresiva y catastrófica destrucción de la biodiversidad, llegando a conteos de 60% de disminución de la vida marítimo terrestre, en los últimos 30 años (siendo millones de años los tiempos que se requerirían para su recuperación). El equilibrio climático, que es uno para el planeta entero, y su pérdida, manifestada como emergencias hidroclimáticas expresadas en tormentas, inundaciones, tornados más destructivos e intensos que antes, así como la maximización de sequías, temperaturas extremas que van de niveles de congelamiento a calores de ignición masiva, no son hechos aislados, sino reiterados, y consecuentes a la pérdida de este equilibrio ecosistémico biosférico, dado por la continua emisión y liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero, asociada además a la contaminación, mortandad y devastación de este cuerpo planetario que habitamos. Informes internacionales de expertos alertan reiteradamente que, de no tomar las decisiones correctas de transformar estas prácticas con inmediatez, nos dirigiremos a un punto de no retorno en escasos 11 años, si es que ya no lo hemos cruzado. Esto ha urgido a diversos organismos internacionales a lograr, junto a la ciudadanía y científicos organizados, que las políticas públicas de cada país sean transformadas para su compatibilidad plena con el retorno a los equilibrios ecosistémicos del planeta y su sustentabilidad. Para ello se han planteado dos estrategias: de “Arriba hacia abajo”: que elijamos autoridades responsables que se hagan cargo de estas urgencias y adopten las medidas necesarias a tiempo. Y de “Abajo hacia arriba”: que seamos cada uno de los integrantes de la comunidad los que actuemos y demos testimonio desde el nivel local para convencer y transformar nuestros entornos en espacios más sustentables, y así transformar, al aumentar la masa crítica, nuestras comunidades, países, continentes y el planeta al fin.

Necesitamos entonces darnos cuenta cada uno, de su posible rol y responsabilidad, tanto desde el sentido común como desde la salud pública biosférica, en identificar el daño, sus posibles causas y coadyuvantes, y en la ideación de cómo detenerlas, revertirlas y recuperarlas, además de prevenirlas. Así como identificar cuáles son los lenguajes que nos son comunes y cuales las faltas e incapacidades en acusar recibo, ante toda intención de expresión desde la biodiversidad, los seres vivos planetarios, agredidos, desplazados, en constante vulneración, muerte, aniquilación y/o en vías de serlo. Sabemos al menos que en este escenario ya no hay cabida para la continuidad de modelos económicos extractivistas, pobremente regulados, que devengaron la contaminación del planeta, en la aniquilación de ecosistemas, la extinción de especies, el desequilibrio climático, incompatible con nuestro continuo humano vital.

Los pueblos originarios del mundo junto a ciudadanos conscientes han sido ejemplos del esfuerzo que se debe realizar para enmendar el rumbo, al abocarse con pasión y convicción a intentar alertar a todo el resto de nosotros. Y seguirán haciéndolo en la medida de la continuidad de su existencia, a pesar de ser sometidos a una persistente represión política, recordando el importante número de activistas ambientales muertos en el último decenio.

Desde el entendimiento y el sentido común y vital de tantas expresiones biodiversas que han sido reiteradamente silenciadas y/o ignoradas, existe el imperativo de apurarnos a reconocer que nuestras creencias y formas de proceder han sido fallidas, e inspirarnos con el coraje necesario para redireccionar nuestros valores, ideas, políticas y actos regulatorios para frenar esta autodestrucción.

Ambientalistas, defensores de los derechos humanos, estudiosos de las distintas áreas de las ciencias, etnias originarias, organizaciones de la sociedad civil, debemos optar por una de estas dos estrategias: 1) influir en las autoridades para que adopten las medidas políticas urgentes y necesarias; o 2) dar testimonio y ejemplo desde la base, construyendo espacios de sustentabilidad, para contagiar a otros y aumentar la masa crítica del cambio.

Hemos entonces de acordar los valores primordiales, las políticas públicas y estructuras regulatorias que tengan como primera prioridad asegurar la continuidad de los ecosistemas vitales del planeta entero, participando, reflexionando y actuando unos con otros, buscando salir del nihilismo que supone inmodificable esta fatalidad, iniciando procesos de investigación-acción, conocimiento y actividad, participaciones y alianzas científico ciudadanas, apoyo y aprendizaje mutuo, sumando las visiones de las ciencias con las ciudadanas, multiplicando fuerzas y saberes y haciendo vinculantes las decisiones acordadas.
Que desde la bioética y el sentido común nos vuelva a ser imperativa la preservación humano planetaria. ¡Es la hora imperiosa de salir de la pasividad y de pasar a la acción, que el tiempo de observar ya pasó!

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