Dra. Anamaría Arriagada Urzúa
Consejera Regional Santiago
Depto. de Ética Colmed
Por estos días se mueven bloques de hielo alrededor nuestro, en torno al fin de la vida. ¡Qué tema grande nos ocupa! Por un lado varios proyectos de ley sobre eutanasia y suicidio asistido se “fundieron”, y la discusión avanza en el Congreso. Por nuestra parte, el Colegio Médico trabajó para tener una opinión de los colegas en torno a la Muerte Médicamente Asistida (término que engloba eutanasia y suicidio asistido). Para ello se nos envió una encuesta, que respondieron 22% de los consultados. La opinión mayoritaria fue de apoyo a que se legisle a favor de la eutanasia y el suicidio asistido; sin embargo, el porcentaje bajó al preguntarse si estábamos dispuestos a practicar cualquiera de las dos acciones, sobre un paciente (especialmente notorio para el suicidio asistido). Se consignaron diferencias en cada una de las especialidades médicas y, por último, la mayoría manifestó que si se legalizan estas prácticas, debiese ser un médico quién las practique.
La publicación de la encuesta, coincidió con la 212° sesión del Consejo de la Asociación Médica Mundial, en nuestra capital. Es importante recordar que la postura de esta entidad mundial, ha sido contraria a la Muerte Médicamente Asistida, pero sin embargo la delegación alemana, está a cargo de elaborar un documento en que este tema se revise.
Frente a este debate, antes que todo, vale la pena clarificar términos. Definir de qué hablamos cuándo decimos “eutanasia”, y “suicidio asistido”; por qué no es lo mismo que “limitación (adecuación) del esfuerzo terapéutico”, “rechazo a la terapia”, “sedación paliativa o terminal”.
En segundo lugar debemos- sin duda alguna- impulsar cuidados paliativos universales. Esto es, para toda enfermedad incurable, o crónica, y no solamente cáncer. Y esto implica, por un lado, exigirle al gobierno inyectar recursos que permitan dotar de horas profesionales, infraestructura e insumos, para hacer esto posible; y por otro lado, avanzar en acreditar y reconocer la especialidad de paliativos en Chile, impulsando centros formadores que recojan la experiencia acumulada hasta ahora.
Tercera tarea: revisar nuestra ley de Derechos y deberes de los pacientes. Claramente hay en ella temas no abordados, como por ejemplo, las voluntades anticipadas y el concepto del “menor maduro”, que reconoce la progresividad del desarrollo moral, desde la niñez-adolescencia y adultez, confiriendo derechos sobre su salud, a niños y jóvenes. También falta claridad en cuánto a aquellos tratamientos que pueden suspenderse, hacia el final de la vida.
Cuarta tarea-¡y una brava!- será enfrentar el tema del morir de nuestros pacientes. No tendrá sentido legislar sobre manifestaciones de voluntad hacia el final de la vida, o hablar de voluntariedad para solicitar muerte médicamente asistida, si evadimos este tema, y no lo enfrentamos con la anticipación que le permita a los pacientes, adelantarse, planificar y decidir qué es lo que quieren que se haga; qué se evite; qué se permita, sobre sus cuerpos y sus vidas.
Última de las tareas: mirar al interior de nosotros mismos. Y preguntarnos en qué posición nos pondremos, frente al sufrimiento de los pacientes; a su proceso de morir; cuáles fueron motivaciones más profundas para ser médicos, y el sentido de nuestra profesión en el momento actual y –más importante aún- cuál es nuestra postura frente a nuestra propia finitud, al sufrimiento y la soledad de la persona humana.